domingo, 20 de octubre de 2013

Yosune


Una Y griega desgastada en mi teclado.

Tal vez sea el único recuerdo de Yosune
que el tiempo ha conseguido arrebatarme.

Una sola letra,
borrada, 
para confirmar que todavía
hablan de ella todas
y cada una
de mis canciones.

El resto del teclado queda
como yo,
mudo,
callado.
Sin ella no bailan,
la pluma ni el aire.

Silencio.
Duele escuchar tus propios latidos,
trick, track, trick, track,
cuando suenan a roto
y oxidado.

Como el ruido de un árbol
cayendo en el desierto.
Silencio.
Para ella que no lee nacen mis versos,
para ella que no escucha, mis canciones.

Y yo sin Y para decir: Yosune,
vuelve ya que me arden las yemas
de llorarte.

Y yo sin Y para decir que ya
no soy el yo que con ella era.

Que si Yosune soplaba, giraba el mundo
y volaban hacia el Sur bandadas de cometas
con mil niños perdidos colgando de esas cuerdas
que antes de Yosune
amarraban anclas.

Una sola letra.

Tecleo a ciegas el recuadro negro
donde yacía su inicial exhausta,
y como un pianista en éxtasis
embuclado en su canción monótona
martilleo hasta la afonía de los dedos:
 y, y, y, y, y,
yo, yo, yo, yo,
y me taladra los ojos
la N impoluta
del nosotros.

Una sola letra.

Y silencio.

Cuando se fue
se llevó consigo
el resto del abecedario.

Pablo García-Inés
@pablogarciaines

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